REGRESO
- lalogiaperu
- 16 ene 2015
- 2 Min. de lectura
Claudio entró ferozmente a la casa. La puerta, como un relámpago al abrirse, rebotó contra la pared, casi golpeándolo. Se quedó quieto por unos segundos y movió la cabeza hacia los lados con una velocidad inhumana. Estaba fuera de sí.
“¡Sal de una vez!”
Su voz golpeó todos los muros de la casa. Rápidamente, sacó el arma que tenía en el bolsillo y esperó.
Después de varios minutos, en los que no había movido ni un pelo, guardó el arma y formó lo que parecía ser una sonrisa. Con calma, cerró la puerta principal con la llave y se dirigió al segundo piso mientras silbaba una dulce canción de cuna. El pasillo estaba desordenado pero no parecía importarle. Claudio fue directamente a la tercera puerta de la izquierda y se encontró con una habitación destrozada. Las paredes, que alguna vez fueron de color rosa, habían sido rasgadas y el tiempo les había quitado casi todo el color. Se habían llevado casi todos los objetos de valor y solo quedaban algunas prendas viejas, los muebles apolillados y una cama.
Claudio se plantó en el centro de la habitación y miró cada rincón. Su rostro había cambiado y mostraba una frialdad cercana a la muerte. Sus ojos solo miraban de frente y había perdido cualquier rastro de alguna emoción. Al sentarse en la cama sintió como un trozo de vidrio se quebraba. Una foto en un marco. La tomó entre sus manos y la acarició lentamente hasta quitarle el polvo. El vidrio roto le hizo una herida en el dedo mientras limpiaba, pero ya se había vuelto inmune al dolor. Una niña. Una niña pequeña en su cumpleaños.
Cuidadosamente, colocó el marco en la mesita de noche y bajó al primer piso. Se sentó en el viejo sofá escarlata y sacó un cigarrillo de su bolsillo. Lo prendió con gracia y sin hacer ruido. Había una calma aterradora en la atmosfera.
“Ya sal. Ya sé que estás ahí.”
La puerta del closet que se encontraba detrás de él se abrió lentamente.
Jaime Vegas
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