Los aventureros que cultivan agua en las alturas: Una respuesta ancestral frente al Cambio Climático
- lalogiaperu
- 14 ene 2015
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Las grandes civilizaciones se forjan a partir de una serie de condiciones geográficas especiales, en principio. La disponibilidad de recursos, que aseguren la sostenibilidad de su población en el tiempo, tiene que ser abundante. O, lo necesaria para abastecerla con suministros. Las tierras fértiles, la disponibilidad de minerales y madera y la presencia de considerables masas de animales son algunas de las condiciones básicas. No obstante, si el acceso a agua es limitado, todas estas condiciones convergen en reducir las posibilidades de subsistencia.
Las culturas andinas, por ejemplo, no contaban con la disponibilidad abundante del vital elemento. Las extremas condiciones de las alturas incentivaron a la innovación tecnológica y cultural. Así, la necesidad de los pueblos de ejercer la agricultura —la base de la economía andina— propició técnicas hasta ahora usadas y admiradas por todo el mundo, como andenes y amunas.
Los andenes o terrazas andinas —aún utilizadas en algunas comunidades como Písac, Cusco— permitieron aprovechar al máximo el limitado acceso al líquido elemento, por la accidentada geografía de los Andes. En consecuencia, estos ofrecían un rendimiento de cultivo superior hasta en un 80% —según estimaciones de la ANA— y permitieron, bajo condiciones especiales, lograr dos cosechas al año.
Estas tecnologías milenarias tuvieron y tienen un estrecho vínculo con las tradiciones culturales. Las ofrendas a los Apus, las celebraciones previa siembra (pagos) o post cosecha (pachamanca), entre otras, guardan estrechas conexiones con la disponibilidad del agua. Sin agua no hay agricultura y sin agricultura no hay sociedad ni cultura.
En un contexto de cambio climático, la existencia del vital elemento empeora considerablemente. El aumento paulatino de la temperatura impide que el hielo y la nieve se recuperen en invierno; por ende, el caudal de los ríos, riachuelos, lagunas y puquiales disminuye en verano. Los animales mueren, los cultivos se secan y la sostenibilidad de la cultura corre un grave riesgo.
Empero, los sabios saberes ancestrales vienen siendo revalorados para mitigar los efectos del calentamiento global. Varios pueblos andinos han logrado aprovechar la escasa agua que los rodea en su beneficio. Con apoyo de diversas organizaciones vienen sembrando y cosechando agua. Un verdadero hito humano que puede ser replicado en otras comunidades.
Este saber andino consiste en recuperar las aguas, producto de lluvias, por encima de los 4000 m.s.n.m. Con esto, en las tierras bajas los puquiales y manantiales naturales tendrán mayor caudal durante todo el año. En teoría parece simple, pero la práctica demuestra que si no se trabaja con reciprocidad todo será complicado.
Este trabajo mancomunado tiene varios referentes en la extensión del Perú. En el valle Sondondo - Ayacucho, un grupo de campesinos, asesorados por el PRODERN, vienen recuperando humedales y bofedales. Estos filtraran el agua recuperada en zonas por encima de los 4400 m.s.n.m. hacia tierras bajas, durante todo el año. Lo cual permite que se beneficien tanto habitantes de zonas altas, con la mayor presencia de pastoreo por praderas verdes. Y, zonas bajas, por el incremento del caudal de puquiales y mantantiales. A esta práctica se le conoce como el *yachachiq del agua* o, en español, la colaboración del agua.
Por otro lado, en la microcuenca Huacrahuacho en el Cusco, Pacc-Perú viene dando soporte a los agricultores de la zona para reinsertar esta práctica cultural. A diferencia del primer caso, la estrategia varía. Las condiciones permiten que el yachachiq del agua se pueda almacenar en cochas y lagunas artificiales, para su posterior filtración. Al igual que en Sondondo, sólo el trabajo en conjunto de campesinos de zonas altas y bajas ha permitido que ambos se beneficien. Y, en suma, recuperen un saber cultural milenario.
Un dato a destacar es que la reforestación cumple, también, un papel clave. La reinserción de especies nativas favorece a que el ciclo del agua siga la senda de sostenibilidad. La masa de árboles y arbustos retiene y evapora el agua; propiciando una mayor filtración en el suelo y una precipitación abundante.
El cambio climático es un problema global y qué mejor manera de menguar sus estragos revalorando saberes milenarios que fácilmente se pueden adaptar a otras realidades. Sólo la mística del trabajo comunal permite sostener un estilo de vida ancestral. Porque el agua es vida y el agua es cultura.
Francisco Meléndez
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