FRÍO
- lalogiaperu
- 21 nov 2014
- 2 Min. de lectura
Esa noche, el frío interrumpió el profundo sueño de Florencia. Sus ojos se mantuvieron ampliamente abiertos desde que escapó del estado inconsciente y, para su desgracia, la soledad no abriga un cuerpo congelado. Esa mañana de verano, Florencia vio el amanecer escondida en su cama, sumergida debajo de las sábanas, frazadas y sus propios pensamientos. Se levantó de la cama y caminó alrededor de la habitación, tropezando con sus pertenencias que flotaban en el piso, como penando, como si hiciera tiempo para algo que nunca pasaría. A veces sonreía, a veces se deprimía y algunas veces pateaba de la rabia. Ese encadenamiento de recuerdos ya era casi rutinario. Cuando por fin recobró energías, se vistió rápidamente y, aterrorizada por sentir nuevamente los escalofríos de la soledad, desempolvó el viejo abrigo que guardaba en el oscuro y abandonado closet.
Cuando bajó al primer piso, Felipe seguía sentado en la pequeña mesa de la cocina. Tomaba una taza de café mientras leía el periódico lentamente. Florencia se acercó sigilosamente y se sentó frente a él sin interrumpir su lectura. Se mantuvo en silencio por varios minutos con la boca sellada, sin regalar un solo suspiro. Encogió los hombros mientras miraba a los lados y por fin se atrevió a soltar unas cuantas palabras.
“Hace mucho frío esta mañana”
Felipe cambió de página sin levantar la mirada. Sus manos fuertes y rústicas contrastaban con la delicadeza de su movimiento. El periódico tapaba su rostro. Tomó un sorbo y dejó la taza en el mismo lugar.
“¿Qué tal está el café?”
Sin respuesta. Florencia miraba alrededor suyo, como si esperara encontrar algo, como si se le acabara el tiempo para hablar. Notó que la habitación se encogía, que las paredes se acercaban al centro de la habitación y que estaba siendo arrinconada por la desesperación.
Felipe volvió a cambiar de página. Florencia saltó de la silla.
“¿Por qué no me haces caso?”
Nada. Una lágrima navegó la mejilla de Florencia y cayó al piso entonando un silencio aterrador. Florencia comenzó a enfriarse y el abrigo no cumplía sus funciones. Decidió refugiarse en el sueño pero antes volteó a mirarlo por última vez. La habitación estaba oscura, la silla estaba vacía y bañada en telarañas. Felipe no estaba ahí. No había estado ahí en mucho tiempo. Florencia se metió a la cama y la tristeza la ahogó en un terrible reposo. Esa noche, el frío interrumpió el profundo sueño de Florencia.
Jaime Vegas
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