top of page

LIMA VIAJA EN COMBI

  • lalogiaperu
  • 1 oct 2014
  • 3 Min. de lectura

Retumba el despertador. Mi cerebro, aún dormido, me decía: “es el primera vez que suena. Tienes 5 minutitos más”. Así, uno tras uno, los benditos aullidos que emitía la alarma de mi celular cada 15 minutos penetraban mis oídos. De repente, entre los sueños más hermosos que jamás recuerdo, me levanto de golpe: “Ya la fregué, voy a llegar tarde”. La última alarma programada había dejado de sonar ya hace mucho.


A las 8 de la mañana, con los ojos legañosos, uno cree que salir de la cama antes de las 10 am debería ser ilegal y debería, pero la verdad es que con el tiempo aprendemos a levantarnos temprano y hemos vuelto casi un deporte estar listo en 5 minutos… solo 5 minutos, porque si demoras uno más, estas jodido. Miré el reloj y sí, yo ya lo estaba. Era tarde.


En Lima, y creo que es de las pocas ciudades donde pasa esto, si sales solo un minuto más tarde de lo que acostumbras para tomar el transporte público, es sinónimo de retrasarte 30, 40 minutos, una hora… o hasta más. El problema es que, no sabes qué tanto. Y es que el tráfico limeño es tan impredecible como un puberto.


Salí de casa corriendo, desesperado y con un pan abierto con los dedos y untado con mantequilla directamente desde el pote. Llegué a la av. La Marina para tomar alguna de las combis que he usado durante casi 10 años de mi vida. En el transcurso, no pude dejar de imaginarme qué gran aventura tendría: “me convertiré en sardina, escucharé a todo volumen canciones de hace 20 años o tal vez una ridícula pelea con algún cobrador por 20 céntimos”.


Tras esperar 5 minutos en el paradero algún bus que no esté explotando de gente, subí a uno. Me preparé mentalmente para practicar uno de los deportes extremos en el cual la mayoría de los limeños es profesional: viajar en combi. Y es que hacerlo es una aventura.

Al subir, sentí que todas las miradas se posaban sobre mí. Busque algún hueco para poder pararme a disfrutar mi viaje. De repente, alguien me empuja. El cobrador, con voz aguardentosa, grita: “pasaje, pasaje”. Con mucha habilidad logré sostener los libros que llevaba mientras me sujetaba del pasamano y maniobraba para sacar un sol veinte de mis pantalones ajustados. Era un maestro del viaje en combi. Un ninja.

Felizmente, dije hacia donde me dirigía y el cobrador no hizo más que darme el boleto y siguió su camino. “¡Qué bien!” pensé. No me pelearía con nadie.


El viaje seguía, era interminable. Y pasamos más tiempo detenidos que en marcha.Mientras el bus seguía atascado en un semáforo de Javier Prado (ya iban más de 20 minutos) era momento de filosofar: Recordé mis clases de Sociología de la Comunicación y el Desborde Popular de Matos Mar, en todos los temas cómo nacen las combis, la informalidad y cómo el estado, en esa época, no podía hacer nada más que permitirlo. “Qué bonito tiene eso”. No entendía. Gracias a todo lo que pasó, Lima es lo que es: un caos. Vuelvo en mí, “Carajo, este carro no avanza”, me dije. Se hacía tarde y no podía esperar más. Eran 6 cuadras desde donde estaba para llegar a mi destino. Baje y empecé a caminar. Sabía que llegaría temprano si lo hacía.


Caminando a paso veloz, vi la gran cola de carros atascados en la avenida. Vi a los cobradores, a las personas hablando por celular. Carameleros bajando de buses y los mejores músicos de Lima en una esquina, apunto de entrar a algún transporte. Me di cuenta que la cultura combi es como si fuese un vestido blanco que se ve opacado por una mancha insignificante.


Antes no comprendía como a muchos limeños les podía gustar “la cultura combi”. Una cultura llena de defectos, cosas que solo nos hacen querer estallar. Pero en verdad, esta cultura es más que eso. Encierra una historia: La historia de una Lima de antaño, desordenada pero que ha salido adelante… y de peruanos y un Perú que sólo quiso progresar. Toda esa historia es un pedazo de hojalata destartalada. Y entendí, que el problema, por más que quisiéramos, no es de Castañeda o Villarán, sino que no supimos sacar lo mejor. No supimos realizar un sincretismo.


Creo que para solucionar el transporte en Lima no solo basta con hacer nuevas líneas y nuevos métodos. Sí, estamos atrasados y lo necesitamos. Pero no estaría mal ver nuestro pasado y saber en qué fallamos.


A Lima, le gusta viajar en combi. La pregunta es: ¿queremos una mejor “cultura combilística”?


-Hola, ¿qué tal?. Vengo para la entrevista de trabajo. Había un tráfico espantoso. Llego a tiempo, ¿cierto?


José Penas Prado


 
 
 

Comments


Publicaciones 
Publicaciones Recientes
Archivos
Siguenos

© 2014 Creado por La Red Creativa

bottom of page