Entrando al Circulo Negro

“Es tarde, Dios mio, es muy tarde”. Esas palabras no se iban de mi cabeza mientras veía el reloj avanzar y un taxi me llevaba rumbo a Miraflores. En el camino recordaba el nombre del evento: “Bienvenido al Círculo Negro”. El Cir… “pero que carajos significa”, pensé.

Afuera de “El Local” no había nadie. Temía que las primeras bandas hubiesen terminado sus show. Al entrar, la gente impaciente y un lugar contrastado por las luces esperaban ansiosos a la primera banda que ya estaba en el escenario afinando sus instrumentos. El concierto no había comenzado y agradecí que en Perú no se suelan empezar los espectáculos con puntualidad británica.

Gonza Chapers inció. No pasaron más de 10 segundos para darme cuenta que los músicos detrás eran buenos. Al minuto de la primera canción, sencillamente volví a esa época en las que Diazepunk o Rezaka eran las bandas que servían de ejemplo a toda una generación de jóvenes que buscaban un sonido que los identifique.

Con una mezcla de pop punk, algo más light que casi casi rozaba el powerpop, el trio buscó ganarse al público a punta de letras románticas y un ‘frontman’ que hablaba de la comida peruana. Aunque hay cosas que se deben hacer, hay otras como un cover de “Boys Don’t Cry” de The Cure, con letra en español y al puro estilo punkie, que son imperdonables.

Mi ritmo se aceleraba. Hace mucho no descubría nuevas bandas. Menos iba a un concierto para conocerlas. Agradecí en mi mente a Gonza por llevarme a esa “época dorada” del pop punk peruano. Ahora quería más… ¿qué banda seguiría?

Personas salían y entraban al escenario, mientras yo husmeaba los alrededores en el cual pude ver los trabajos de artistas gráficos que habían sido invitados para mostrar su talento. Entre las ilustraciones de videojuegos de Jotade y cobradores Gremlins de Christi Sari, se podía escuchar como un potente intro empezar. Los Deep Sea Monster ya estaban listos.

Había tenido la oportunidad de escucharlos hace dos años. Su rock psicodélico me gustaba. Mientras seguían y seguían con su show, no podía creer lo mucho que habían mejorado. Canciones que mostraban toda la esencia del verdadero indie rock: arriesgado y sucio. Con punteos de guitarras que parecen que fueron inspiradas en la cumbia psicodélica de antaño, un bajo que era la cabeza del todo el ritmo que, junto a una batería sencilla pero potente y muy cumplidora formaban la base de toda su estilo. Y aunque la voz no era la mejor, para el sonido garagero, que creo es el que buscaban, funcionaba bien.

Era un estilo que te sumerge, tripero y que podía hacerte bailar por momentos. Y aunque, el público parecía animarse, algo faltó para que se muevan.

No lo entendía. Salí a fumarme un cigarrillo y pensar un poco. “¿Qué pasa? A esta hora la gente ya debería estar bailando”. Probablemente los jóvenes se sintieron intimidados ante la presencia de personas mayores, padres de familia que habían ido a ver a alguna de las bandas de sus hijos.

Tal vez, faltaba un grupo que invitara a bailar a la gente.

Al entrar nuevamente, la tercera banda ya estaba instalándose. Una de las cosas más desesperantes en la vida, quizás, sea esperar tanto tiempo entre banda y banda. Subway Elephant, todos con sacos y un aire de profesionalismo que hasta los más grandes quisieran tener, estaba enchufándose.

Moría de ansias por saber qué tipo de música tocarían, ¿la gente bailaría?… y entonces, el vocalista dijo algo que funciono como un botón de encendido en un público que hasta ahora había sido parco: “quiero que bailen”. En menos de 15 segundos de su primer tema, la gente ya estaba moviéndose de un lado para otro, gritando… viviendo un concierto de rock. Mi sorpresa fue grande al escuchar como si Interpol y Joy división se hubiesen juntado para hacer un estilo de Post Punk Revival con esos toques ‘dance’ que tiene el new wave.

No pude estar más encantado. Había encontrado un pequeño tesoro, y aunque por momentos, mientras iban pasando más y más temas, sentí a la banda algo repetitiva y que abusaba de los mismos recursos tanto ritmos como melódicos, me dije a mi mismo que era algo que podría tener en mi playlist sin lugar a dudas.

Tras la fabulosa presentación de Subway, solo faltaba la banda por la que todos estábamos ahí. Por la que todos habíamos decidido entrar a ese círculo negro del cual no sabíamos nada.

Los dibujos y sus artistas iban dejando sus puestos. Eran la una de la mañana. La gente sentada en el suelo se levantó. El lugar parecía totalmente lleno.

Los chicos de Mondebel se iban preparando. No podía conmigo mismo, había oído a la banda en unos videos de algún concurso que se hizo. Mis expectativas eran bajas. A pesar de que me encantaba su tema “Luciernagas”, estaba escéptico.

Cuando empezaron me lleve una grata sorpresa ya que sonaba a una banda algo más cuajada, y a pesar de que parar su primera canción a mitad de lo que es tal vez la mejor parte y entre otros errores como llamar a la escena local “posera” no fue lo mejor, la banda demostró ser un gran anfitrión. Su indie pop con letras fuera de lo común de lo que solemos escuchar en español cautivó al público. Además, el gran esfuerzo que hicieron ellos, los anfitriones y organizadores de este evento no es trabajo fácil. Aplausos para estos muchachos era poco.

Y así, la noche se iba cerrando, aunque la fiesta continuaba, tuve que irme. Pero entendí a que se referían con Circulo Negro, o al menos saque mi propia conclusión: ellos son, todas esas bandas, todos estos artistas nuevos, que probablemente pocos conocen, que no tiene cabida en las radios, la tele o cualquier otro medio y deben valerse por sí mismos. Algunos con mayor nivel, otros que sencillamente necesitan seguir puliendo sus habilidades. Son el público que está formándose, acostumbrándose al nuevo rock peruano. Son estos chicos que se arriesgan a seguir sus sueños… Todos ellos son parte de un círculo vicioso, perfecto, oscuro porque están en las sombras, pero que tiene todo el futuro de brillar.

Sean bienvenidos todos al Circulo Negro.

Jóse Penas