top of page

De la noche a la mañana

  • lalogiaperu
  • 25 ago 2014
  • 1 Min. de lectura

Creo que quería decirme algo apenas llegó pero no se atrevía, había demasiada gente. Era temprano aún. Todos estaban tranquilos, nadie podía anticipar nada.


Cada 10 minutos se paraba, tomaba algo y, sigilosamente, volvía a su sitio. Solo. No pronunciaba ni un suspiro.


Cuando ya era muy tarde fue lo contrario. Hablaba y no paraba de hablar. No te regalaba ni un silencio. Las botellas bailaban, los vasos se rompían. Las personas comenzaban a irse o al menos a alejarse. Pero yo seguía empujando, yo seguía detrás. Alimentaba esta destrucción como por placer, como por diversión.


Las miradas se desviaron y me apuntaron con ganas de disparar. No paraba de reír pero a nadie le causaba gracia. Habían olvidado aquel cuerpo y buscaban la sangre del titiritero. Sentí un baño de agua helada, un pinchazo en mi espina dorsal.


Lo cargué y traté de sacarlo. Al final, es como mi hermano, ¿sabes? Tenía que ayudarlo pero no parecía responder. El sol comenzaba a salir y eso me tranquilizó, lo peor ya había pasado, pensé. Cuando estuvimos afuera lo vi pararse y caminar como si nada hubiera ocurrido.


Y eso es todo, luego de un par de cuadras te encontramos y ahora estamos los tres.


- Sabes que estás caminando solo, ¿verdad?


- ¿Tú también te diste cuenta?

Jaime Vegas


 
 
 

Comentarios


Publicaciones 
Publicaciones Recientes
Archivos
Siguenos

© 2014 Creado por La Red Creativa

bottom of page