ANIMAL
- lalogiaperu
- 15 ago 2014
- 1 Min. de lectura

Las repentinas luces despiertan al animal escondido bajo la carne. De pronto, me siento desnudo, en contacto con mi espíritu salvaje, mi instinto animal.
Escapamos del bosque en un intento desesperado de encontrar la civilización. Estábamos lejos de todo. Frente a nosotros sólo teníamos un vasto campo vacío con un amarillento césped que nos llegaba a los tobillos. Al horizonte, nada más una melaza negra y maligna.
Las bestias venían detrás de nosotros y escuchábamos los gruñidos escondidos en los arboles. Ya no teníamos fuerzas y caminábamos con el último empuje.
Nos detuvimos. Las luces nos iluminaron como presos escapando de una prisión. Inmóviles. Quietos. Asustados.
Ya no éramos nosotros. Ya no era yo. Era algo más.
El animal ya no entendía lo que los humanos decían. Balbuceaban ruidos que ya no descifraba. Espantado por lo monstruoso y complicado que resulta la humanidad, emprendí mi escape. Quisieron detenerme pero ya no era parte de ellos.
De pronto, encontré la calma en medio de la melaza, bañado por una luz que me protegía de los demonios.
Había encontrado la calma. Había encontrado la paz.
Jaime Vegas
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